A las puertas de la primavera.

 

Síntoma inequívoco de que estamos llegando a la transición entre el invierno y el verano, es la floración del Almendro.

¡Si, la primavera! esa que la sangre altera.

                           
Se hacen notar por toda la ciudad; en grandes parques públicos, en jardines privados, en los céntricos bulevares, en las cunetas de la calle 30,... pero hay un pequeño rinconcito que se resiste a mostrarse a los ojos de la multitud.

                   
Llegando a la altura del 533 de la calle Alcalá, ya podemos percibir el aroma hechizante de sus flores, el cual provoca que crucemos casi con los ojos cerrados la verja que delimita su pequeña morada; la Quinta de los Molinos.                

Es cruzar su puerta, y de repente, la vista se pierde en un mar de tonos blancos y rosaceos de sus flores tempranas.Embriagado por tal cantidad de estímulos encontrados, de repente te das cuenta que estas cubierto por un techo natural de colores y aromas, que, unidos al vivo cielo azul, al color grisaceo de sus troncos y a la manta que cubre el suelo con la caída de las primeras hojas, da una sensación de teletransportación a cualquier otra zona rural, lejos de la fría y bulliciosa ciudad.

Un verdadero oasis en medio del asfalto.

Otro pequeño pulmón urbano que nos ayuda en la medida que puede a respirar mejor.

Por eso y por muchas más cosas, ni decir tiene que tenemos que cuidarlo, mimarlo y respetarlo, cosa que en primer lugar es beneficiosa para nosotros, pero muy importante es 

mantenerlo para que nuestras 

próximas generaciones lo puedan 

disfrutar y lo puedan 

fotografiar como yo lo he 

hecho.

Os invito a conocerlo estos días.