El edificio Arkanoid.

Discurría la segunda mitad de los años 80 cuando mis amigos y yo campábamos a nuetras anchas por aquellos terrenos que ponían fin por aquel entonces a Carabanchel Alto.

Unos terrenos casi nuestros, pues allí transcurríó gran parte de nuestra infancia cuando los padres podían estar tranquilos de que sus hijos estaban jugando en la calle sin ningún tipo de peligro.

El "Campo del Butano", llamado así por nosotros por el simple hecho de que allí se encontraba una antigua estación de gas butano, nos servía por ejemplo para volar nuestras cometas sin ningún tipo de obstáculo, o casi, pues recuerdo una vez que se me escapó la mía quedándose enganchada en un tendido eléctrico; estuve un par de días vieéndola volar desde mi habitación hasta que por fin quedó libre.

Por no hablar de esos campeonatos de tenis en tierra casi batida que nos jugábamos.

Aprovechando esa misma pelota de tenis y una pata de una mesa perfectamente preparada hasta que más adelante llegaron los bates oficiales, no montábamos unos partidos de beisbol que ni en la MLB.

También ayudábamos con nuestras bicis a dejar limpios de hierbas los caminos que atravesaban hacia el Parque de las Cruces, la colonia de la Aviación, el aeródromo de Cuatro Vientos y los pinos que tras de si dejaban ver el barrio de La Fortuna. Todos ellos los puntos que delimitaban nuestro amplio campo de juegos.

Y como no, esos interminables partidos de fútbol en los que con dos piedras o dos abrigos a modo de portería y un campo sin delimitaciones, hacían que a veces te pensases el meter un gol por tal de no ir hasta donde dejase de rodar por si mismo el balón.

Pues en donde pasé fantásticas e inolvidables tardes de mi infancia, hoy se levanta el PAU de Carabanchel; y  justo más o menos donde jugábamos de pequeños mis amigos y yo muchas tardes, se eleva este más que curioso y llamativo edificio.

Coincidencias de la vida o no, por aquella segunda mitad de los años 80 fué cuando apareció como tal el videojuego Arkanoid. Y digo coincidencias, porque cuando vi por primera vez este edificio tan cuadrado y con esos rectángulos de colores, enseguida vino a mi cabeza el clásico de la pelotita destruyendo ladrillos al que me atrevo a decir que todos hemos jugado por lo menos una vez en nuestra vida.

Estoy seguro que de haber existido por aquel entonces este edificio, no hubiésemos tenido ninguna duda en bautizarlo con este que ni pintado nombre.

La verdad es que muchas veces nos quejamos de los arquitectos a la hora de diseñar edificios y sobre todo cuando son de protección oficial. Pero este dentro de excentricidad, tiene un toque que lo hace atractivo, quizá por su amplio y llamativo colorido entre sus nuevos nuevos vecinos de ladrillo de colores planos y monótonos.

Destacan los detalles como el de las persianas azules que están perfectamente integradas en la fachada al ser del mismo tamaño y conseguir camuflarse en la distancia. Un acceso al garaje el cual parece que nos trasalada a un mundo bajo tierra de color y fantasía. Por no hablar de unas más que simpáticas y coloridas "setas" a modo de ventilación, las cuales oxigenan el aire de ese enignmático entramado de columnas y tubos que forman ese curioso submundo.

Quizá parezca entusiamado al describir este simple edificio, cierto es; pero esto es lo que me provoca el recordar pequeños pero inolvidables fragmentos de vida, en donde hace no muchos años, o tal vez ya si, corría, jugaba, descubría, compartía, reía y me hacía heridas como cualquier niño pero eso si, sin preocuparme lo más mínimo por lo que fuese a ocurrir al día siguiente.